martes, 15 de junio de 2010

La Argentina, los Mundiales de Fútbol y Maradona: desde la astrología tanto como desde la historia, destinos cruzados.

ACERCA DEL CICLO SOL-LUNA

La Carta de la Argentina, los Mundiales de Fútbol y Maradona:
un hilo conductor, más allá de la anécdota.


En un grupo de investigación de aquel lejano 2001, decidimos ubicar las fases del ciclo Sol-Luna de la Argentina, arrancando con la Luna Nueva de noviembre de 1978. Cuando empezamos a situar los años en las ocho fases correspondientes, algo nos llenó de sorpresa y es que éstas seguían, hasta la Luna Llena, la secuencia de los Mundiales de Fútbol: 1978-1982-1986-1990-1994...

En ese momento alguien recordó que, cuando años atrás se analizó la carta de Diego Maradona en uno de mis grupos, habíamos comprobado que sus fases, dentro del ciclo de lunación, también seguían la secuencia de los mundiales, salvo el arranque del ciclo que en su carta se verifica en 1980, en Escorpio casi sobre el Ascendente.

Carta Natal de Diego Maradona

¿Qué puede aportar esto para nuestra lectura? Sabemos que Maradona significa mucho acerca del perfil deportivo e incluso social de la Argentina contemporánea, y sobre este tema se han escrito muchos libros y se ha debatido casi hasta el cansancio. Pero esta constatación astrológica –la coincidencia de los ciclos de lunación entre el “ídolo” y su patria- nos lleva a una indagación mucho más simbólica y profunda. A una investigación que, en todo caso, excede las líneas de este artículo.

Pero por lo pronto, es preciso asumir que el fútbol y los ídolos de proyección internacional como Maradona simbolizan una máscara esencial, cuya comprensión va más allá de una mera lectura sociológica. De cualquier manera, que coincidan a tal punto las fases cíclicas profundas del país con la secuencia de los mundiales y con parte de las fases de su más controvertido ícono contemporáneo... ¡es una casi insoportable revelación energética...!

El arranque del Ciclo Sol-Luna o fase de “Luna Nueva”.
(11 de noviembre de 1978, a 27º de Sagitario en Casa III, cerca de Neptuno)

Ya con nuestro “hilo de Ariadna” en las manos, empezamos a reconstruir el último ciclo Sol-Luna de la Argentina. El golpe de estado y el arranque del Proceso se habían verificado dos años antes, en 1976, todavía en la fase doce del ciclo Sol-Luna anterior, originado en Escorpio en abril de 1949. Y aunque no son sucesos que amemos recordar, nos fuimos situando en aquella lejana y oscura época: el fin del gobierno de Isabel Perón, la llegada de la Junta Militar, la represión violenta e indiscriminada.

Luego invocamos el recordado año 1978 y nos reconectamos con las escenas que se vivían colectivamente en la Argentina, bajo la energía de Sagitario. Toda la euforia triunfalista y la saturación del slogan “Somos derechos y humanos” difundido por el gobierno militar... Nos gustara o no, estábamos embebidos en una gran “fiesta colectiva y negadora”, aunque existía la contracara oscura de los pozos de la muerte y de los desaparecidos, situación velada para muchos. La opinión pública se encontraba dividida, como siempre, ya que mientras algunos conocían y padecían la represión, el resto la negaba con otra frase famosa del momento: “algo habrán hecho”.

El mundial ofrecía a los militares una vidriera ante el mundo y por eso el gobierno intentaba mostrar que estábamos tan, pero tan bien... Había que uniformar a los taxistas para que pareciéramos europeos... Había que inaugurar la televisión en colores... Había que ganar... Había que gritar con euforia, sobre todo para que no se escucharan los gritos de los torturados...

Ese fue el escenario de nuestro año 1978, marcando el arranque del ciclo o su fase de Luna Nueva. En un país con Júpiter en Escorpio en uno, ése es el nivel de contacto con lo sagitariano “que supimos conseguir” como semilla para el arranque de un ciclo que duraría 30 años. ¿Podemos imaginar escenas más patéticamente pertinentes para Sagitario en casa III, a escasos 7º de Neptuno, que la negación y la confusión colectivas, enmascaradas tras los gestos de la comunicación y la apertura al mundo? Escenas patéticas que, huelga decirlo, representan todavía hoy cabalmente nuestra sombra.

Sabemos que la Luna Nueva habla de una semilla plantada en el arranque del ciclo. Es el momento en que éste se activa, en que cobra vida, aunque su deriva será visible recién dentro de unos cuatro años. Consecuente con la energía de ese arranque, el lema impuesto por la dictadura expresaba un Neptuno en Sagitario en su máxima faz negadora y mistificadora.

Pero no todo nos lo indujeron los militares: su prédica encontraba campo fértil en nuestras creencias históricas “de base”. Nos gustaba, igual que ahora, sentirnos abiertos y comunicativos, con sueños de grandeza deportiva. Con nuestro Neptuno en Sagitario en tres, nos mostrábamos anhelantes de hablar, testimoniar, comunicar...¡y si era con la TV en colores, mucho mejor, porque podíamos imaginarnos compartiendo “tecnología de punta” con el Primer Mundo, ése al que siemre estuvimos destinados!

Claro que hubo otra foto que recién vimos después. Como ese Neptuno hace asimismo cuadratura a Plutón en Piscis, la peor de sus fases también se mostró en ese momento: y así quedó consagrada para la historia la patética imagen triunfalista de la junta militar, gritando los goles en la tribuna, junto con el pueblo.

Ese fue el “humus” de la semilla energética del 78: mientras unos morían en los pozos oscuros, otros callaban sus opiniones ante el peligro represivo. La gran mayoría consumía los slogans exitistas del Proceso, tras los cuales se percibía un inocultable sentimiento colectivo de culpa. “Somos derechos y humanos”. “Somos lo máximo, pero incomprendidos”. “El mundo nos odia, y no sabemos por qué”. “Debe ser porque somos los mejores”.

Pero Sagitario en casa tres, cercano a Neptuno, también nos ofrece otro dato. ¿Cuándo empezamos a adquirir práctica colectiva en la especulación? Fue también en los arranques de este ciclo. Estos años atestiguaron el incremento de las “habilidades financieras” -propias de una cultura inflacionaria- y la manera como se fueron haciendo extensivas a casi toda la población. Esta fue la etapa en que hasta las amas de casa y los jubilados comenzaron a hacerse expertos en los puntos que daban los bancos para los plazos fijos, o en lo que ofrecían las mesas de dinero. Y si se tenía la suerte de pertenecer a la clase media “en ascenso” –estamos ya con Martinez de Hoz- incluso se podía ingresar al maravilloso circuito de “La Plata Dulce” o del “Déme dos” de los viajes a Miami.

Ni que hablar si se trataba de exilarse. Afuera, el argentino medio tenía una habilidad increíble para subsistir sin trabajar porque... claro... ¡había adquirido tanta experiencia en las mesas de dinero...! Y tampoco idealicemos a los idealistas, o sea, a aquéllos que se vieron obligados a emigrar por la represión militar. También acerca de ellos sobran las anécdotas que los muestra subsistiendo en Europa en base a la picardía criolla (¿recuerdan “El exilio de Gardel”, de Pino Solanas?) y dejando una imagen del argentino en el exterior que todavía hoy nos pesa.

El período transcurrido entre 1978 y 1982 atestiguó, asimismo, el surgimiento de Maradona como ídolo deportivo. Rechazado por Menotti por conflictos personales, no participó en el Mundial de 1978, pero rápidamente se fue convirtiendo en una institución nacional. En abril de1980 Diego empezaba su propio ciclo Sol-Luna (en Escorpio, a pocos grados de su Ascendente), siendo ya en ese momento una estrella indiscutida del fútbol nacional.

La semicuadratura creciente del ciclo (por analogía, punto medio de Tauro)
30 de mayo de 1982, a 15 º de Acuario en casa V

El momento de semicuadratura creciente indica, en un ciclo, la fase en la cual el “arranque” realmente parece verificarse. Se rompe la inercia del punto inicial y la deriva profunda del ciclo empieza a mostrar sus vertientes y modos constitutivos, que se harán explícitos durante todavía 26 años más.

La Guerra de Malvinas marcó, como escena clave, este momento de semicuadratura creciente del ciclo. Poco después de la semicuadratura, en julio del 82, la Luna progresada en Acuario estaba enfrente de Marte y en diciembre hacía conjunción con Saturno en cinco. Pero también hubo un mundial de futbol: el de España. El 2 de abril Argentina invadía las islas, el 10 de junio atacaban los ingleses y el 1ro. de julio arrancaba el mundial. Y aunque estábamos en guerra, igual participábamos de todo lo demás. Por ejemplo, del enorme debate que representaba el traspaso de Maradona, en junio del 82, al Barcelona.

Así fue como de nuevo nos partimos por el medio: una mitad en la plaza vitoreando a Galtieri, otra mitad enfurecida contra los militares. Una mitad mirando por TV el mundial de fútbol, otra mitad mirando los noticieros que mostraban la “invasión triunfante” a las islas. Quizá como un recordatorio de que el ciclo había arrancado en una neptunizada casa tres, pero lamentablemente ejercitando la bifurcación en su nivel más inmaduro: por un lado la Argentina profunda, por el otro la superficial. Y ahora, en la semicuadratura creciente –con tanta presión acuariana y “de cinco”, esto es, expresiva- afloraban las dos únicas alternativas bajo las cuales el grueso de la sociedad conocía lo acuariano: o desde la rebeldía o desde la desconexión.

Pero en los 80, con la inflación ya instalada, empezó a arraigar lo que fue luego la más profunda creencia colectiva de los últimos años: que la tierra y la industrialización eran modos productivos del pasado, y que para florecer en lo económico el único requisito era que la capacidad y la rapidez mental se instalaran en las prácticas comerciales. Era la manera “uraniana inmadura” de suponer que así nos integraríamos al mundo cambiante, el de las nuevas tecnologías, el que en los noventa comenzó a llamarse “mundo globalizado”.

Todo esto provenía de la euforia total que había prendido en algunos sectores durante el gobierno militar, cuando creyeron que podría funcionar el plan de Martinez de Hoz. Vino luego la famosa “tablita” del año 81 que a la manera de un seguro de cambio, permitía saber cuánto costaría el dólar al año siguiente o dos. Martinez de Hoz recomendó a los industriales que importaran bienes de capital (máquinas) y que produjeran, tomando créditos en dólares baratos en el exterior. Muchos lo hicieron y con el dinero obtenido se compraron lujosas casas quintas o se financiaron costosos viajes a Europa y a EE UU. Pero hubo otros que tomaron en serio la propuesta; así lo hicieron, por ejemplo, muchos textiles que importaron telares muy caros apostando al incremento de la producción. Pero no hubo tiempo para este despegue.

Y cuando estalló la hiperinflación, obviamente, todos estaban endeudados en dólares.

En esos momentos Cavallo aparece por primera vez en escena, al frente del Banco Central. Estatiza la deuda, inducida a través de la tablita, que era ya impagable. Dentro del sistema imperante, no quedaba otra salida más que refinanciarla.

Después de la derrota militar, llegó el momento del retorno de la democracia. Un momento demasiado esperado: mucho deseo de libertad, ansias de recuperar el contacto con todo lo que el mundo había estado viviendo durante esos años, mientras a nosotros los censores militares nos cortaban las escenas de sexo en las películas. Era el momento del gran destape e, indudablemente, Acuario en la casa cinco de la Argentina se hacía sentir. La necesidad profunda de una autoridad que respetara y articulara la libertad del conjunto –la madurez de un Saturno en Acuario en cinco- tuvo su momento de justificada esperanza con la asunción de Alfonsín.

Además, el juicio a los integrantes del Proceso llenó las expectativas jupiterianas del país. Todo parecía fluir, y la justicia volvía a reinar. Pero por debajo, los militares juntaban resentimiento, sumado al deshonor recientemente vivido luego de la derrota a manos de los ingleses. Durante esta fase de semicuadratura, la Luna progresada pasando por Saturno en oposición a Marte en Leo hace que el mundo militar se sienta profundamente frustrado y acumulando resentimiento. Pero sus integrantes no pueden mostrar abiertamente su desacuerdo, en medio de la gran fiesta colectiva del retorno a la democracia.

En la carta de Diego Maradona también vemos que tiene lugar en esta época el arranque de la semicuadratura creciente; en su caso, ésta se realiza en los últimos meses de 1983, en la casa tres, sobre Saturno. Recordemos que el ciclo “del Diego” había arrancado en Escorpio, casi sobre su Ascendente, en abril del 80.

No sería particularmente llamativo, para una comparación, que en ambas cartas exista la oposición Saturno-Marte; entra dentro de las posibilidades porque éste es un aspecto bastante reiterado, debido a la velocidad de Marte. Pero hay algo que ya cae fuera de la estadística causalista, y es que la fase de semicuadratura creciente del ciclo Sol-Luna de ambas cartas se realiza casi al mismo tiempo –con pocos meses de diferencia- tocando además el Saturno respectivo. Esto hace que, de nuevo, anotemos otra misteriosa sincronicidad ensamblando el destino del país con el de su ídolo deportivo máximo.

En el caso de Maradona, la progresión lunar sobre Saturno en Capricornio empieza a mostrar los límites de su recién construida identidad de “chico maravilla”. Pese a la fama que lo circunda, no es un buen momento para el jugador que, en Barcelona, sufre una lesión muy grave durante un partido contra el Bilbao, quedando inhabilitado por meses. Pero mucho más grave, al decir de uno de sus biógrafos, fue la sensación “de persecusión y de injusticia sufridas a manos de un mundo hostil que no comprendía su valor”. Sensación que se instaló, de allí en más, en su psique.

Cualquier semejanza con la psique colectiva argentina...¿será mera coincidencia.?

La cuadratura creciente del ciclo o fase de Luna Creciente

1 de junio de 1986, a 5 º de Aries en casa VI

La cuadratura creciente de un ciclo indica un momento clave. Es un momento de “identidad” que si bien es parcial (porque recién a partir de la Luna Llena será posible hacerse cargo de la totalidad del circuito) deja una huella perdurable, a veces incluso hasta el final mismo del ciclo.

¿Qué huella se imprimió en lo colectivo nacional, durante esta fase? Los años 1984-85 ya habían empezado a mostrar la profundidad de la crisis económica, pero ésta entró en un tobogán descendente a partir de esta Luna Creciente. Con el énfasis ariano en la Casa seis del país, la frustración por el achique de la economía era cada vez mayor y empezaba a crecer el descontento. Este se irá transformando de a poco en agresión para culminar con los saqueos a supermercados y el caos social de 1989, el año de la primera hiperinflación.

Vimos que otra frustración se había acumulado durante la fase anterior: la de los militares por su doble guerra perdida (la de Malvinas y la del Proceso) pero el arranque triunfalista de la democracia no había permitido su expresión. Ahora, la decadencia de la economía y el descontento popular facilitan -durante la cuadratura creciente- que esa frustración tome forma como levantamientos de los “carapintada”. Esto arrastrará a Alfonsín, junto con el descalabro de la economía.

Durante todo este período, las políticas monetarias empiezan a ser el centro del debate –el tema del Austral era una brasa caliente en las manos- y las recetas van pasando desde un enfoque más populista, con Guinsburg, a una receta más neo-liberal con el advenimiento de Sorrouille.

Como vimos, las fases del ciclo argentino se corresponden casi con exactitud con la secuencia de los mundiales y así es como en mayo de 1986 tuvo lugar el Mundial de México, a sólo un mes de la cuadratura creciente.

El año 1986 significó la ascención máxima de Diego Maradona, y el destronamiento de Pelé como “el mejor futbolista del mundo”. Un biógrafo 3 dice textualmente, acerca del Mundial de México: “El envío de Maradona a España, cuatro años antes, había sido una consecuencia de la humillación de la Argentina en el campo de batalla de las Malvinas. Después de cuatro años, el encuentro con el enemigo en el campo de juego estuvo precedido por una buena dosis de chauvinismo popular, por ambas partes”.

Y así, mientras los diarios ingleses ponían en sus titulares “Argentina, aquí llegamos...”, el diario Crónica local retrucaba desde su primera plana “¡Vamos por ustedes, piratas!”. Maradona era comparado con San Martín, en su gesta revolucionaria contra las cadenas coloniales. Y muchos barra-bravas llegaron a México DF quemando banderas inglesas por el camino y jurando venganza por los caídos en Malvinas. La progresión tocando Aries en Casa VI volvía a resaltar la frustración “marciana” –representada estructuralmente por la oposición Saturno-Marte- sólo que en este caso parecía tener lugar una reivindicación gloriosa. Esa que los militares no lograron en el campo de batalla... Esa que el imaginario colectivo soñó siempre... volcado en otro slogan arcaico: “nuestro destino de grandeza”...

Viendo que la progresión lunar está activando en esos momentos el eje VI-XII de la carta, toda esta verborragia comienza a sonar peligrosamente arquetípica. Esto es, da la pista de que una “inflación del ego colectivo” parece estar teniendo lugar, precisamente en medio de anuncios de restricción y colapso económicos. De nuevo, emerge la estructura natal negadora, exagerada y jupiterianamente infantil... por otro lado justificadamente embelesada con los logros –reales y magistrales- de uno de sus “genios nacionales”. Porque Maradona, en ese momento de apogeo, estaba efectivamente representando los máximos y mínimos de una identidad nacional polarizada.

Volviendo al Mundial mexicano ¿podrían estos sucesos no ser entendidos como políticos y sociales, además de deportivos? Nunca hubo ninguna duda al respecto, y cuando vemos por TV las imágenes de los dos goles espectaculares de Maradona en esa oportunidad –nos guste o no el fútbol- inevitablemente tenemos la sensación de estar asistiendo a un hecho histórico. O sea que cualquier investigador en ciencias sociales seleccionaría ese año como un mojón contemporáneo.

Pero lo que no deja de asombrarme –no puedo evitarlo- es que esta misma escisión, la misma secuencia, se corresponda perfectamente con el diseño del ciclo Sol-Luna de ambas cartas, la del país y la de su Héroe Salvador del momento. Como si esto no bastara, en la propia carta de Maradona esta fase tiene lugar en Piscis, casi en Casa V donde está situada su Luna.

Teniendo en cuenta que una fase de Cuarto Creciente es decisiva en la deriva de un ciclo de lunación, porque es la fase donde “hace carne” una identidad, resultando luego muy difícil asumir el otro lado –inevitablemente compensatorio- de las cosas... ¿qué es lo que estaba “encarnando” aquí, en el cruce simbólico entre estas dos cartas? Parecería que, desde Maradona, una peligrosa identificación –desde el énfasis pisciano lunar de ese momento de su ciclo- con el arquetipo del Héroe Salvador Incomprendido. Recordemos que en su carta, el Sol en conjunción con Neptuno caen en Escorpio, en su Casa XII. Identificación de la que, hasta el momento, parece costarle mucho emerger.

¿Y en el caso nacional? Ocurre algo equivalente, sólo que con energías ligadas a lo ariano “encerrado en seis”, modo que reproduce hasta cierto punto la estructura natal Saturno-Marte. O sea que en esta Luna Creciente del ciclo parece estar encarnando fuertemente, en el imaginario colectivo, el arquetipo del “lo heroico incomprendido”, de esa fuerza que no se rinde sino que, aunque la derroten, “volverá para vencer al enemigo”. El tema es que este arquetipo –porque de esto se trata- a veces encarna en un político democrático que decide no dejarse ganar por el militar de turno, cueste lo que cueste. Otras veces encarna en un deportista aguerrido como Maradona –o como Monzón, o como Fangio o como tantos otros- y a veces encarna en un militar represor o en un francotirador igualmente decidido a “volver”, desde la derecha o desde la izquierda. Y también, cueste lo que cueste...

En el Mundial de México existieron dos sucesos igualmente simbólicos, para nuestro análisis: ambos tuvieron la forma de un gol. Por un lado, tuvimos el triunfo de ”la mano de Dios”, que es como decir el triunfo de la trampa, o como reivindicar que “somos lo más porque somos unos tramposos encantadores”. Este es el eufemisno máximo de “La mano de Dios” que, desde otro lado, reitera la creencia colectiva en que “Dios es argentino”. Obviamente, vuelve a sintonizarnos con el nivel negador y “fiestero” de nuestro Júpiter nacional.

Pero durante ese mundial, hubo también un gol máximo en virtuosismo... No tramposo sino indudablemente creativo, el “gol del siglo” tal como es hoy mundialmente reconocido. Y también lo ejecutó Maradona.

O sea que en esta Cuadratura Creciente estuvieron las dos cosas, las dos derivas posibles se hicieron igualmente presentes. En lo nacional, la frustración, los saqueos y la hiperinflación por un lado, como los subproductos de la irresponsabilidad colectiva. Pero por el otro, una notable insistencia en la perduración del esquema democrático, a despecho de los levantamientos y asonadas militares, como rico subproducto de un “nunca más”, quizá dicho por primera vez en serio.

En lo relativo a Maradona, también vimos en esa oportunidad, reflejados en él, los dos aspectos de la creatividad argentina. Por un lado, el pícaro genial aplaudido como modelo máximo nacional. Esta irresistible fascinación por el arquetipo del simpático transgresor –de probable herencia itálica- parece perdurar hasta el presente y sino, véase el extraordinario éxito de público que provocó hace poco el film “Nueve Reinas”. En este punto, Maradona encarnaría el “Angel Guardián Tramposo” de una Argentina jupiterianamente inmadura.

Pero también vimos en esa oportunidad el rasgo del genio auténtico y de la creatividad del conjunto sosteniendo –aunque fuera sólo en esa oportunidad- al héroe individual. Quizá sea éste otro modo, mucho más maduro, de nuestro estructural Saturno en Acuario-Marte en Leo.

¿Cuál de ambas líneas habrá hecho más carne en la identidad colectiva? Quizá desde nuestro presente, podamos sospecharlo... Pero no nos adelantemos.

La sesquicuadratura creciente del ciclo (por analogía, punto medio de Leo)
16 de julio de 1990, a 24 º de Tauro, en casas VII / VIII

Una sesquicuadratura creciente implica la expresión de aquello conformado previamente, en la Luna Creciente del ciclo. Todo punto medio implica asimismo una zona inercial; en este caso, la inercia suele ser la de un ego apegado a la forma o identidad que se armó en la fase anterior.

En esta etapa a veces la expresión es a tal punto jubilosa –leonina, en fin- que a la memoria le cuesta despegar de la fascinación de las escenas que se viven. De esta manera, sólo se consigue reforzar la identidad armada en la fase de cuadratura anterior, con el previsible arrastre cuando haya que repolarizar esa identidad, a partir de la Luna Llena. Ilustrémoslo con personas y situaciones concretas, recordando que las energías del momento –desde el lugar específico que ocupan en la carta del país- son taurinas y caen entre las casas VII y VIII.

¿En qué estábamos a mediados del 90? Hacía unos meses había asumido Menem, quien debió hacerlo antes de lo previsto por el desgaste inevitable de Alfonsín, después del descalabro social y económico de la hiperinflación del 89. Pero el arranque de su gobierno no es en absoluto fácil, a tal punto que en el 90 se verifica otro pico hiperinflacionario. Es la época de la política económica vacilante de los ministros Rapanelli y Erman Gonzalez.

Tauro en cúspide de VIII es el lugar marcado para el arranque de esta fase (de paso, recordemos, es el mismo lugar que Saturno activó, entrando en VIII, el pasado 18 de marzo). En 1990, en el momento de reiteración de una hiperinflación, la activación de este lugar por la Luna progresada hablaba de toda la sombra concentrada en el misterio de la materialización económica, en un país que fue proclamado, apenas un siglo atrás, como “el granero del mundo”. En un país que tiene Júpiter en el Ascendente y, consecuentemente, “todos los climas, todas las razas, todos los credos”... ¡Y para colmo esto es cierto, no es en absoluto inventado! Pero en ese momento de fase cinco, la identidad que se expresaba tenía cara de hiperinflación.

Una hiperinflación es un gravísimo acontecimiento no sólo económico sino social. Las pocas sociedades medianamente estructuradas que las atravesaron –en la época moderna podemos citar, por ejemplo, a Alemania en su período de entreguerras- quedaron por mucho tiempo quebradas a todo nivel: socio-económico, cultural y emocional colectivo. Claro que Alemania tuvo a Hitler, y después su gigantesca derrota, a manera de ordalía y duelo. ¿Cómo salimos nosotros de las dos hiperinflaciones que tuvimos? ¿Alquien se acuerda en detalle de aquellas épocas...? Hicimos nuestra mejor actuación colectiva: “Hop... hop....arriba, acá no ha pasado nada. Ya nos recuperamos...”. Y a otra cosa.

O sea, montados colectivamente en un Júpiter totalmente negador, en el 90 se maximizó esa identidad conformada en el 86, escindida en dos caras: la profunda y la optimista superficial. La primera quedó silenciada, esperando su turno. La segunda es la que emergió y se mostró al mundo, en el inicio del circo menemista. El lema del momento fue levantado por otro Salvador, el propio presidente, al que prácticamente todos le adjudicaron –desde la crítica o desde la admiración- el rol fascinante del arquetipo nacional favorito: el Angel Guardián Tramposo, ya trajinado por Maradona en la fase anterior. Nuevamente tuvimos a un “genio” que se decidió a “hacer la suya y cortarse solo”. Y que anheló mostrar los logros de su ¿transgresión? ante el Primer Mundo, para que dejaran de ubicarnos, de una buena vez, en el confín del planeta. Y aunque sea muy provocativo, lo voy a decir igual: lo hayamos votado o no, nos representó cabalmente.

En lo económico, con la asunción de Cavallo empezó la gran “revolución”. Más que productiva o económica ésta fue sobre todo una revolución en las creencias colectivas. Quien lo avaló, Menem -representando a un partido que fue históricamente adalid del proteccionismo económico- decidió dar vuelta las cosas por completo e ingresar en la economía de mercado. Y lo que apareció como un anatema para los ortodoxos del partido, fue una jugada de cualquier manera osada, que quizá podría haber dado vuelta las cosas si la sombra de Tauro en Casa VIII del país –esto es, la resistencia colectiva a materializar madura y consecuentemente- no hubiera sido tan fuerte.

Pero la resistencia a crecer y madurar nuevamente se hizo presente, de la mano del propio Menem y de su entorno de acumuladores irresposables. Sólo que esto aún no era visible en esta fase cinco, en medio de la “fiesta menemista” a la que ni siquiera los anti-menemistas más viscerales dejaron de adherir. Es que no se trata de identificaciones partidarias: se trata de identificaciones arquetípicas. Y cuando en la Argentina resucita el arquetipo del Fiestero Optimista a ultranza, a casi nadie le gusta quedarse sin invitación.

De nuevo, en 1990, nos encontramos ante un Mundial. En este caso es el de Italia, donde Argentina pierde por una injusticia porque el árbitro marca “indebidamente” un penal; obviamente éste fue el punto de vista argentino, para nada compartido en otras partes del mundo. Era el último partido, Argentina jugó a la defensiva y no muy lucidamente -con Maradona lesionado- y el hecho es que perdió ante Alemania, final quizá ya anunciado en el arranque mismo del partido, cuando el himno nacional argentino fue silbado por todo el estadio.

Este episodio contiene en sí mismo una clave muy interesante para este momento. Por una decisión de Bilardo –tendiente a agilizar el arranque del partido y a minimizar las agresiones- se decidió omitir las frases finales del himno nacional. El hecho es que se desató una silbatina de proporciones gigantescas en cuanto comenzó nuestra canción patria, y los jugadores quedaron desconcertados al no irrumpir las esperadas y grandilocuentes rimas “¡oh, juremos con gloria morir!”, que hubieran funcionado como estímulo necesario ante tanta agresión.

Acá es donde quedó registrada otra foto histórica, la de un Maradona atragantándose entre lágrimas y puteadas furibundas frente al público de su patria adoptiva. La fase de cinco del guerrero máximo del deporte nacional, en el caso de su carta cayendo en Aries en Casa VI, parecía estar mostrando los extremos arquetípicos de su Sol en XII -“soy el Diego, el mejor deportista del mundo”- recibiendo la escena que el destino, por lo general, depara a estos “soles de soles”: la estrepitosa caída.

Era evidente que algo estaba girando en la vida de Maradona, conduciéndolo lentamente al momento crucial del ciclo que tendría lugar cuatro años después: la Luna llena. Por lo pronto, el romance con los napolitanos iba llegando a su fin. Su decadencia física era notoria, pero lo más preocupante eran sus frecuentes ataques emocionales y el hecho de que cada vez se lo veía más condicionado por la red siniestra de amistades en la que se había dejado atrapar. Igual que en la Argentina, en su vida había indicios de que debía ir terminando la “fiesta” de fase cinco. Pero ni la conciencia colectiva ni la de Maradona tenían ganas de que terminara.

Como es obvio –para ambos- terminó. Para ver de qué manera la astrología nos permite leer este “fin de fiesta” –y sacar de ello algunas conclusiones para el presente- habrá que analizar las fases siguientes del ciclo Sol Luna.

CONTINUARÁ