sábado, 2 de julio de 2011

ECLIPSE DE SOL, ECLIPSE DE LUNA...

Imágenes narradas para un Ritual de Diosas
                                  por Olga Weyne


Las que siguen son pesquisas del presente destinadas a evocar imágenes construidas hace mucho tiempo: las de los arquetipos que aún nos fascinan, atan y manejan con sus hechizos. Estos consisten en mostrarnos una cara pero ocultarnos la otra. Cuanto más identificados estamos con ese diseño, con esa cara reflejada en el espejo... ¡se da vuelta y muestra la otra parte! La mayoría de los mitos, cuentos y leyendas de la antigüedad están articulados en base a este diseño. Generalmente no giramos el espejo voluntariamente, para mirar la "cara oscura" e intentar percibir, detrás de ese monstruo asustante, lo que hay por debajo (el inevitable tesoro oculto y alquímico). Por lo general esperamos que el destino se ocupe de ello, o sea, devolvernos la parte de atrás, el negativo de nuestra imagen. Entonces lloramos y nos desgañitamos, perdemos la confianza en nuestros semejantes, anhelamos solamente que pase ese momento amargo. Y así malgastamos el gran capítulo de nuestras vidas: aquél en el cual el héroe o la heroína comprenden por lo menos en parte, el secreto de su camino de iniciación.


Las imágenes narradas han sido, desde siempre, muy usadas en la pedagogía de todo lenguaje sagrado. A mí se me han "pegado" como recurso didáctico, desde hace décadas.
Tenemos en la Argentina una memoria instalada (y ya vamos por varias generaciones): la de las famosas "visualizaciones de Eugenio Carutti", que pueden ser leídas en las publicaciones de las clases de primer año de Casa XI. A tal punto que algunos de sus pasajes se han instalado de hecho en el folclore astrológico local ... (las "algas del Carnero" en Aries, la "Cabra-Saurio" haciendo sus preguntas sobre el puente, etc. etc). Durante dos décadas las distribuí y en parte recreé, en clases diversas de astrología tanto en CXI como en la Red LunaVenus... Ese entrenamiento a su vez me reconectó con una fuente olvidada desde mi adolescencia: la escritura de ficción. ¡Agradecimiento eterno a tanto Neptuno resonante, querido maestro!

En este caso, empezaré a mostrar las que uso en los rituales de "Diosas y Dioses a la Carta", un ámbito de la Red LunaVenus en el cual -durante este año 2011- aprendemos a leer los mitos antiguos inscriptos en cierto nivel de nuestras cartas natales. Para ello primero levantamos la tapa del depósito de las imágenes arquetípicas -de milenios- con estos estímulos narrados.


Por eso son imágenes sesgadas, polarizadas, provocadoramente punzantes a veces y hasta dolorosas en ocasiones. Construidas para levantar el puente levadizo entre la conciencia y el inconsciente; ésa es su función.


Recién luego de dialogar con ellas, de volverlas un poco más amigas y menos temibles, quizá podamos aliviar el acervo del inconsciente colectivo y lo dejemos disponible... hasta que el camino de la individuación empiece a a elaborar nuevos diseños y formas, a proponer nuevos surcos.


Diosas y Eclipses
Lo que sigue a continuación es por lo tanto un relato inductivo -a los efectos del posterior trabajo realizado en el seminario- y su formato es el de un cuento fantasioso de cierta duración (sin pretensiones literarias aunque con intención de impacto arquetípico). Las imágenes narradas corresponden a PALAS ATENEA, la diosa de la mente femenina, a quien ritualizamos habitualmente en el mes de Géminis. En este año 2011 la reunión donde trabajamos este arquetipo coincidió con el momento casi exacto del gran Eclipse Total de Luna que cayó en el medio de los otros dos Eclipses de Sol. Esto hizo del mes de junio, hasta el 1ro. de julio, un espacio-tiempo muy propicio para conectarnos con contenidos inconscientes y memorias arcaicas.


Las ideas, la mente, la inteligencia femenina 
Este gran tesoro de Palas permanece mostrando sólo una de sus caras, aguardando y a la espera de juntarse con su propia sombra -la Medusa- para deshechizarla y retomar sus auténticos tesoros. Claro que es un mito patriarcal y por eso la única manera de simbolizar la inteligencia femenina fue así: escindiendo lo femenino en dos partes. Por un lado quedó lo luminoso y aceptable, por otro lado su otra parte profunda y temida, percibida como "oscura". Lo trágico de nuestra cultura fue que las propias mujeres empezamos a avalar, a veces incluso con más dedicación que los varones, esta malsana división. 

Y así nos encaminamos por la vida las adeptas de Palas Atenea: temiendo a esa zona profunda y misteriosa de nosotras mismas como Medusa o Gran Madre Oscura. Proyectándola en "otras" que obviamente no cultivaban nuestra inteligencia, responsabilidad, fuerza y/o eficacia, ni osaban acercarse siquiera al nivel de nuestros logros. Esas "otras" podían ser a veces nuestras propias madres pero también nuestras hijas, amigas y cualquier mujer sólo ubicable -respecto de nosotras- en la platea y jamás en el escenario... ¡temible e iracunda mirada, paralizante como la de la Medusa, la de esas "otras" imaginadas así por Palas, condenadas a mirar y a envidiar desde la oscuridad el brillo de ella, la Elegida!
Y por supuesto, a cobrarse con dolor todo este gigantesco malentendido.
Sí, así fuimos por la vida tantas discípulas de Palas, buscando e incluso a veces logrando ser las Favoritas de los Dioses de la Luz. Perdiendo por el camino la parte primera de la historia de Medusa: aquella bellísima y sensual deidad que asustó a Palas con la osadía del deseo femenino convocante y atractor del deseo masculino. Palas condenó a esa parte sombría de sí misma a eternizarse como monstruo, con el único resultado previsible: que una y otra vez se le presentara en el camino, boicoteando sus anhelos de permanecer para siempre en el Olimpo luminoso y alto, a salvo del Abismo donde moran las Diosas Oscuras.


Hace milenios, muchos... no estaban peleadas. Pero claro, en ese entonces Palas no era Palas y Medusa no era Medusa. Eran cara y seca del Poder de la Diosa en nosotras. No hay vestigios casi de esta historia porque aún no había aparecido el gran don y eje de la cultura patriarcal: la escritura. Aún la memoria no se había fijado en los surcos arquetípicos de nuestro inconsciente colectivo. Sin embargo, sabemos que subsiste otro tipo de memoria de esa etapa, menos fija y por eso mucho más profunda: a ella apelamos, sobre todo en este ritual hecho en pleno Eclipse Total de Luna Llena, quince días después y quince días antes de los dos Eclipses de Sol.
Qué hermosa oportunidad para abrir la Caja de Pandora ...

(Para leer más sobre Eclipses, en el caso de que te interesen las interpretaciones astrológicas de los mismos, hacé clik aquí y también aquí).
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IMÁGENES NARRADAS PARA EL RITUAL DE PALAS ATENEA, CON EL ESCENARIO DE LA SECUENCIA DE ECLIPSES DEL MES DE JUNIO 2011.
Eclipse de Sol (1ro. de junio)- Eclipse de Luna (15 de junio)- Eclipse de Sol (1ro. de julio)

Recordemos que son imágenes polarizadas ex profeso. El impacto psíquico de un eclipse de
sol y de un eclipse de luna -diferentes en su resonancia cada uno- están también tematizados con imágenes míticas en distintos momentos del relato.
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HABLA PALAS...


Sale el Sol... el Astro Rey, el dador supremo y único de calor, luz y vida... Me quedo allí tendida y lo saludo, miro cómo sale por detrás de la montaña, me empieza a dar en la cara, me seca, me ilumina. Quizá me ayude a recordar lo que pasó en la noche, porque me sacude la memoria y la desmemoria de rituales compartidos, esenciales y antiguos. Vestigios aún me surcan la piel, como a cada uno de los miles de millones de oficiantes que en el planeta encuentran en lo nocturno protector y mágico, el mejor escenario para su -inconsciente- servicio a la Gran Diosa Arcaica.


Me voy lavando de la piel ese deseo antiguo, fascinante y peligroso. Ahora el Sol sale a pleno... ¡cómo pude olvidarlo... El es quien más me ama! El Gran Rey, sí, me desea y me baña con su luz... Lentamente me voy poniendo de pie, abro los brazos para recibirlo en todo mi cuerpo, en mi mente, en mi espíritu... Soy su Elegida, la Hija Favorita del Gran Rey Sol... La Gran Amante y Compañera. No hay nada más pleno y vibrante que sentir esta Luz que me ilumina allá a lo lejos.


Siento que pasa mucho, mucho tiempo así, iluminándome, transformándome.


De pronto y sin aviso previo, empieza a oscurecer... ¡no puede ser, si apenas salió el Sol, si aún está amaneciendo! Recortadas sobre la montaña veo bajar figuras masculinas, algunos son jóvenes y otros ya no tanto... ¿los conozco? No estoy segura... Vienen lentamente bajando, me inspiran confianza.


¡Pero el Gran Rey Sol se oscurece cada vez más arriba en el Cielo...! ¿Qué está pasando?... Los pájaros dejaron de cantar, otros animales corrieron a refugiarse a sus guaridas... Me quedo en blanco, no sé cuánto dura este estado en mí, fuera del tiempo y del espacio.


Me empiezan a quemar la coronilla y el vientre, qué raro e incomprensible es esto ... No sé qué siento... estoy como suspendida en un vacío. ¿Y si todo se quedara así para siempre, a oscuras, si el Gran Rey Sol no volviera a iluminarme para permitirme saber quién soy ahora? ¿Qué me pasa aquí, parada en la planicie, sola, aislada, con la coronilla y el vientre cada vez más calientes, más ardientes?


Ah... el Sol vuelve de a poco a salir, retorna pero... ¡ahora lo veo ya del otro lado, cómo puede ser que haya pasado ya medio día, si lo recuerdo recién amaneciendo! Pero así es, no cabe duda alguna... el Sol que ahora me ilumina se va lentamente poniendo a mis espaldas. Me siguen ardiendo la coronilla y el vientre. ¿Cuál de las dos zonas me arde más? Me las toco una y otra vez... Decido cuál de las dos más me quema... Y en cuanto decido y a la vez toco... ¡veo que esa zona de mi cuerpo -el vientre o la coronilla- empieza a brillar!


En ese momento bajo la vista y descubro un espejo a mis pies. Lo recojo, quiero mirar mi cara... ¡pero no la refleja! Lo muevo, lo giro... y nada.
Al girarlo a la derecha de pronto veo que espeja la cara de una mujer que tengo al lado... Al girarlo a la izquierda aparece la cara de otra mujer. Veo que ellas están haciendo lo mismo que yo con sus propios espejos...
Ahora a través del Espejo veo a más mujeres, son muchas, todas haciendo lo mismo... A algunas les brilla la coronilla, a otras les brilla el vientre.


Me voy acercando a mis compañeras “de brillo”. Ya estamos todas juntas en un sector, y por nuestros espejos miramos a las "otras"; ellas están haciendo lo mismo, nos miran a través de sus propios espejos.


Nos damos cuenta que el Sol ya se puso ¿cómo podemos entonces seguir viendo en nuestros espejos? Es que delante nuestro, en el mismo lugar donde antes había salido el astro rey... ¡ahora sale la Diosa Madre, Santa Madre Luna Llena! Recortadas contra ella, las figuras masculinas se ven ¿más nítidas ... o quizá más fascinantes? Siguen bajando la montaña, están cada vez más cerca pero aún les falta mucho para llegar a nosotras. Sin embargo percibimos que nos miran. Algunos son jóvenes, otros más maduros. Los miramos extasiadas, sabemos que son representantes del Astro Rey, que ya no vemos, pero ahora la Diosa Madre nos ayuda a visualizarlos con su Espejo...


De pronto la Diosa Madre Luna llena brilla plena: la miramos en éxtasis, nos bañamos con su luz lechosa... Nos quedamos mucho rato así, bajo el rayo de luz hechizante... ¡hasta que de pronto unos llantos y quejidos estremecedores nos sacan de nuestra meditación lunar... vienen de la Gran Cueva...¡entonces recordamos, claro... de allí vinimos, nos habíamos olvidado cuando salimos a la planicie... ¡nuestros hijos quedaron allí, y ahora lloran hambrientos!


Entramos todas corriendo en tropel a la Gran Cueva, nos damos cuenta que los llantos no son sólo de hambre, sino también de terror por algo que los amenaza allí adentro. La cueva está totalmente oscura, qué suerte que contamos con el espejo... Cada una lo usa para reflejar en él a la Gran Madre Luna Llena que desde afuera nos protege con su luz de plata.


Los bebés lloran de manera desgarradora... ¡no los encontramos! Nos metemos cada vez más adentro en la Cueva Oscura y nada! Nos desesperamos, chocamos unas con otras...


¡De pronto los espejos se oscurecen! ... Qué pasó, ya no se refleja la Luz de Luna Llena en ellos, hemos quedado a oscuras, sólo se escuchan los llantos de los bebés y nuestros gritos desordenados...


Nos damos cuenta: hemos quedado solas en la Gran Cueva Oscura; afuera sólo hay un desierto oscuro en la noche porque la Gran Madre Luna se ha retirado... Estamos solas y abandonadas con nuestras crías en la cueva, vamos a morir de hambre, sed y frío, nosotras y nuestros hijos... Dependemos de nosotras mismas, pero hemos quedado tan frágiles, débiles, perdidas en la oscuridad ...


Quedamos paralizadas de terror. Aunque queremos seguir gritando, ya no sale ni un sonido de nuestras gargantas desgarradas ...

El silencio nos envuelve y desde lo más oscuro de la cueva, empezamos a escuchar un diálogo entre dos mujeres... Es un diálogo crispado, cada vez más angustiado y a la vez agresivo...
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- No hay hombres aquí, qué bueno sería que los hubiera, que se hicieran cargo de sostener, cuidar de nosotras y los críos.
- Por suerte no tenemos con nosotras esos varones prepotentes, que sólo piensan en sí mismos.
- Sería tan bueno, sin embargo, que vinieran varones protectores, que nos ayudaran con la cría.
- Está bien que vengan, si son los que vienen bajando de la montaña, siempre y cuando compartan con nosotras en igualdad, nos dejen nuestro lugar, se comporten como lo que son, compañeros, amigos, colegas, además de padres de nuestros hijos.
- Algún día este hijo o esta hija se irá, y nos quedaremos vacías. Y no sé cuánto te va a durar este apego al chico, te veo cara de querer huir de la cueva en cuanto puedas.
- Sería bueno que alguna de nosotras salga, para hacernos cargo de traer los víveres para ustedes, tan débiles.
- Para qué vas a salir, si sabes cuánto te cuesta estar allí afuera en el mundo, eso dejalo para los varones o para otras, más fuertes que vos. Si salís, ya vas a abandonar, como la otra vez cuando lo intentaste y no pudiste.
- Alguien tiene que hacerlo, si te quedas aquí quejándote, tendré que volver a salir yo. ¡A ver mujeres, quiénes otras quieren o pueden salir conmigo afuera! Déjenles los niños a cargo a estas otras y vengan.
- No sé qué haría sin tu empuje y tu valentía, sos tan fuerte e inteligente, qué suerte que te animas a ir al mundo... no eres tan débil como yo.... Espero que vuelvas y te acuerdes de mí y de tu hijo, que yo te cuidaré entretanto. Que no seas la ingrata de siempre.
- ¿Pero cuál es tu deseo, finalmente... no quedamos en que alguien tiene que salir a traer comida y leña? ¿Quién va a sostener sino a los niños, si acá no hay hombres que lo hagan?
- Ay... siempre te pones tan agresiva, tan a la defensiva... no se te puede decir nada, por eso te abandonó aquel varón que según vos te quería y admiraba tanto...
- Tu caso me parece aún más patético... te buscaste ese supuesto buen marido sostenedor y finalmente te abandonó por otra más joven ...
- ¡Por qué tendrás que recordarme esas cosas, qué duras y crueles son siempre tus palabras!
- Bueno, ahora no llores... no hagas de nuevo la eterna escena de la debil mujer... .
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Las voces se van apagando lentamente, volvemos a ser nosotras mismas, algunas con niños en sus regazos, otras no...

Las que quedamos sin los niños en los brazos, salimos afuera a ver si los varones lejanos ya llegaron para ayudarnos. Y si no llegaron... a ver qué encontramos (comida, agua, leña) para volver a la cueva y salvar a los niños.


Las que quedamos con los niños en los brazos, permanecemos adentro nutriéndolos y consolándolos como podemos, hasta que las otras vuelvan con ayuda.


Afuera de la cueva ya están los varones. Algunos son jóvenes y se interesan mucho por todo lo ocurrido, a las que hemos salido afuera nos dan sugerencias, nos acompañan a buscar las cosas. Los mayores dan indicaciones más precisas, que a veces son casi órdenes... Intentamos sentir qué qué nos pasa si somos las que estamos afuera, con estos dos tipos de varones.


Adentro de la cueva, ya no sabemos qué hacer con los niños aterrorizados y hambrientos. Nuestras hermanas, las que salieron en busca de elementos o ayuda, aún no vuelven. De pronto ingresan varones, los reconocemos, son los que venían desde la montaña. Algunos son muy jóvenes, nos hablan, nos preguntan qué necesitamos pero enseguida salen de la cueva. Otros son mayores, hacen un fuego para calentarnos, se sientan con nosotras y empiezan a protegernos con sus cuerpos, nos dan comida y bebida que traen en sus mochilas... Sintamos qué nos pasa, si somos las que estamos adentro, con estos dos tipos de varones.


Y así quedamos: algunas adentro, algunas afuera ¿Dónde quedé yo, qué hacen las que quedaron conmigo... qué hacen las otras, que no las vemos? 


Tenemos la sensación de permanecer así, mucho... mucho tiempo. Parecen siglos, parecen milenios... mientras lentamente una luz asoma e ilumina tanto la cueva como el afuera... Qué raro, no es la luz del Gran Astro Rey ni de la Santa Madre Luna Llena. Es una luz que ha empezado a brotar, por ahora separadamente dentro en cada grupo. Entre las que nos quedamos adentro brota de nuestros vientres, entre las que nos quedamos afuera brota de nuestras coronillas ...


Los dos haces de luz salen de nuestros cuerpos e intentan unirse, salen desde la cueva hacia afuera y van desde afuera hacia la cueva. Observamos el baile que realizan los dos haces de luz que salen de nuestros cuerpos intentando unirse, mientras nosotras seguimos en nuestras zonas -algunas adentro, algunas afuera- junto con nuestras compañeras de destino.


Aunque no los vemos, intuimos que el Astro Rey y la Gran Diosa Madre también están intentando un encuentro. Quizá demore otros tantos siglos o milenios, pero ya no importa, podemos esperarlos. Entretanto, hemos recordado cómo reencender nuestro propio fuego.

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Buenos Aires, 2 de julio de 2011